Existe una capital malagueña prácticamente secreta, que se difumina ante sus visitantes cuando aparece una bruma muy singular. Esa bruma, siempre sorprendente, se llama Taró y descubre la vertiente más reposada, más íntima de la nueva capital del Mediterráneo. Es el secreto de la ciudad.

El recién inaugurado restaurante Taró, con Pachu Barrera al frente de sus fogones, descubre esa cara tranquila de la cocina creativa que triunfa en Málaga: comprometida con el producto de cercanía, enamorada de los platos tradicionales y con gran personalidad, ya que se ha liberado de las imitaciones a propuestas llegadas desde otras latitudes.

Un almuerzo rápido y ligero en Taró nos ha confirmado el rumbo Gourmet, especialmente singular, de la ciudad de Málaga. El escenario acogedor de este restaurante facilita el disfrute de propuestas como: el tartar de salchichón de Málaga… en clave dulce; o la ensalada de queso de cabra capaz de romper esquemas con sus tropezones… de presa ibérica.

Los fideos tostados, capaces de transmitir el mar, ese Mediterráneo abierto a 200 metros de la terraza de Taró, con el toque sedoso de un alioli elaborado con pimientos asados, son los protagonistas estelares del final de la degustación.

Hablamos de una experiencia acariciante, de las que transmiten bienestar, que se disfruta con una tarifa comedida, idónea para familiarizarse con una gran cocina y con una sala super profesional y rápida de reacciones. Hablamos de poco más de 25 euros por persona, todo un acierto.

El precio es aún más destacable cuando valoramos el escenario: un restaurante actual y cómodo, decorado con detalles de vanguardia sobrios y coloridos que resaltan un mural llamativo. Refleja el perfil de la ciudad, su “skyline”, velado por el toque de bruma del Taró, el fenómeno meteorológico casi… fantasmal

NOS GUSTAN LOS ICONOS

Tranquilos, hablamos de iconos Gourmet tan populares en Málaga como: el salchichón, un producto sin comparación con los de otros lugares de la Península por su textura peculiar; las pasas, esas uvas dulces, gloriosas, de Moscatel de Alejandría, que se doran al sol; o la miel de caña, puro dulzor tropical extraído de las últimas cañas de azúcar que se tratan en territorio europeo.

Comenzamos el almuerzo acelerador a fondo con un plato de embutido casi dulce: tartar de salchichón de Málaga, con pasas y miel de caña. La textura carnosa, más blanda que resistente, de los tacos de salchichón, ya es una caricia para el paladar, que se sale de los caminos trillados.

El embutido con antecedentes italianos, que acumula ya más de siglo y medio de historia en la provincia, contrasta su ligero toque picante con las pasas y la miel de caña, repletas de notas dulces muy singulares. Esta unión dofrece la mejor imagen de Málaga Adentro, un interior de Málaga que atesora la herencia golosa de los árabes.

La combinación es sublime y, también, chocante, imprescindible para conocer una tierra amable, muy diferente de la que se disfruta en la costa mediterránea. Acierto pleno de Pachu Barrera al frente de los fogones de Taró.

QUESO, PRESA IBÉRICA Y MANGO, EL DESAFÍO

Seguimos con iconos malagueños para los paladares. El segundo plato para nuestro almuerzo parte de un queso de cabra, siempre elaborado artesanalmente. La cabra es la  joya ganadera de las serranías de la provincia y garantía de limpieza ecológica para los parajes más escarpados.

La presa ibérica que caracteriza esta ensalada también llega desde el norte de la provincia de Málaga, con una singularidad: los cerdos encargados de su producción se alimentan con castañas.

El mango, el mismo que se cultiva en el único espacio tropical del Continente, es el tercer pilar de esta propuesta refrescante.

Pachu Barrera reúne todos estos ingredientes en un festival de sensaciones Gourmet. El queso ligeramente horneado, aún más aromático que de costumbre, aglutina los cuadritos de presa, ligeramente hechos por los bordes y casi crudos en su parte central, y los tacos de mango encargados del toque cítrico.

La ensalada emblemática de Taró proporciona una lección de homogeneidad, incluidos los toques de vinagre. Los mensajes transmitidos al olfato y al paladar por este rompecabezas encajan perfectamente desde el primer bocado. Es una ensalada exótica, enérgica y reconfortante.

FIDEOS… EMOCIONANTES

La grandeza de un plato humilde se manifiesta en la mesa de Taró con los fideos tostados con alioli de pimientos rojos asados a la leña. Adelanto la conclusión: es un plato emocionante, adictivo, capaz de generar un recuerdo imborrable.

Su imagen inicial es natural, muy básica, pero atrae con fuerza. Los fideos “morenos” que sobresalen por debajo del alioli y los chipirones que aparecen en primer plano transmiten un mensaje mediterráneo. Solo el alioli, que cubre esos fideos con sus toques de fuego, despista al comensal.

La sorpresa deja paso a la admiración desde el primer bocado. Los pimientos rojos, repletos de toques ahumados, que mandan en el alioli enriquecen un escenario que reúne pasta horneada y calamarcitos.

En una palabra: seda pura que se extiende por la lengua y por el paladar. Es un plato supremo, nada pesado, que evidencia el cariño desplegado en la cocina por un equipo de profesionales. Placer puro para quien disfruta con el mar.

EL POSTRE QUE VINO DE LATINOAMÉRICA

Un puerto como el malagueño, referente durante decenios del comercio con América Latina, inspira el postre que hemos disfrutado en Taró con el sello de Pachu Barrera. Su nombre: tres leches.

El resultado final: un bizcocho jugoso, casi húmedo, que se elabora con leche condensada, leche clásica y crema de leche, todo completado con un helado de vainilla. Fiesta dulce con todas las letras a partir de ese bizcocho repleto de matices lácticos. El maridaje con el helado es impecable, todo un curso de sutilidad. Otro imprescindible en cualquier visita a Taró.

Un excelente almuerzo cuyas notas gastronómicas se ensalzaron con el blanco moscatel de Málaga Flor Floris. Un vino de bodega Pérez Hidalgo, en Alora, y que traslada a la mesa toda la fuerza y frescura de los productos del Valle del Guadalhorce.

Las sensaciones optimistas, revitalizadoras, en las mesas de este establecimiento de nuevo cuño justifican hasta el último euro de una cuenta muy ajustada. La relación calidad-precio de uno de los restaurantes gastronómicos más recientes de la capital malagueña, es especialmente buena, lo que añade una motivación extra para volver muchas veces a sus mesas. Volveremos, claro que sí.

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