Están de moda en todas las capitales, su visita es imprescindible para cualquier persona gourmet… pero muy pocos dan la talla. Hablamos de mercados gourmet como: el Mercado de San Miguel en Madrid, de la Boquería en Barcelona, de Atarazanas en Málaga.
En medio de esa vorágine de puestos con propuestas caras y muchedumbres amontonadas sale a la luz un planteamiento tranquilo, en Oporto, a dos pasos de cualquier capital española.
Se llama Mercado Bolhao y muestra un modelo nuevo, mucho más exquisito y divertido, a partir de productos super sencillos: desde latas de conservas hasta quesos en miniatura, desde chocolates de escándalo hasta embutidos supremos, con sus vinos, claro, con sus vermuts, con sus espumosos, con sus Oportos.
¿Cuál es la diferencia? La primera: la presentación de cada producto, con un diseño desenfadado, chocante, repleto de frescura.
La segunda: la pasión por la venta de todas las personas al frente de los diferentes puestos. Son jóvenes enamoradas y enamorados de su oferta, con pleno conocimiento de cada característica destacable, que dan la vida por transmitir esa esencia.
La tercera: la tarifa final de todo lo expuesto para llevar o para degustar allí mismo, ya sea una tabla de conservas con las mejores sardinas en aceite imaginables o con los quesos más cremosos recién cortados o con chocolates artesanales que «quitan el sentío». Lujos asequibles, muy asequibles, para la vista, para el olfato, para el paladar y hasta para el oído, ya que no se oye ningún ruido molesto.
El mercado de Bolhao no necesita ostras, ni caviar, ni langosta para triunfar ante el público del mundo, con más del 60 por ciento de clientes españoles «chupándose los dedos».
Solo exhibe el orgullo por bien hecho en un país que cuida cada detalle. Todo lleva el sello «Produto de Portugal»… y no hay sitio ni para bolsas de plástico cutre, ni para ofertas Made in China, ni para comportamientos desagradables.
Es el encanto de las cosas sencillas, asequibles y muy, pero que muy bien hechas. Un ejemplo a seguir.